Tratar de develar qué sucede entre lo real y lo irreal, puede caber como síntesis de lo que ocurrió el pasado sábado, durante el concierto de La Renga en el Aeródromo de la pequeña villa turística Rumipal. Un aluvión de 47 mil almas, que según informado desde En Vivo producciones, no sólo coparon literalmente el pueblo sino toda la zona del valle de Calamuchita. Hosterías, campings, clubes y hasta domicilios particulares sirvieron de alojamiento, mientras puestos improvisados no dieron a basto para cubrir necesidades de comidas y bebidas, cuando el termómetro pasó largamente los 35ºc.

En lo operativo, el circuito organizado por la producción funcionó a rajatabla, con muchísimos efectivos policiales y controles de seguridad que impidieron los vicios de los shows masivos: colas interminables, tickets apócrifos y los colados de siempre. Adentro la estructura fue impactante, con un escenario que contaba con cuatro pantallas, dos torres con cámaras de brazos móviles, un mangrullo de sonido y otras dos columnas con un retardo; para que quienes estaban en los últimos metros, disfruten de un sonido sin fisuras.

Desde la tarde, abrieron los locales Sudaka y Nómades, más los porteños Buenos Ayres, las bandas aprovecharon su espacio y regaron el lugar de un rock and roll áspero. Entre las 20 y 21hs fue incesante el acceso de gente al predio, las banderas sobre el cerco ya se desplegaban y denotaban las características: todas las provincias daban el presente.

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Cerca de las diez de la noche, las agujas apuntaron a cero la espera, las luces se apagaron y las pantallas fueron las protagonistas. Una suerte de backstage de las fotos del disco Pesados Vestigios marcaba el comienzo. Nápoli y los hermanos Iglesias ya estaban en el escenario. La Renga disparó su primera canción: Corazón fugitivo, coreado por 40 mil voces y aunque el disco llevaba un mes en la calle, atronó como todo un clásico. Pegada sonó el himno Tripa y corazón y entonces fue el momento de las primeras palabras de Chizzo Nápoli: «¡Buenas noches, estamos acá con la excusa de presentar Pesados Vestigios, el nuevo disco que dio a luz… Éste es el banquete de presentación y vamos a disfrutar del mas puro rock and roll!». El líder rengo prometía rock y se despachaba con Canibalismo galáctico.

Luego del arranque a toda máquina llegó el primero de muchos momentos especiales, donde se presentó Pole, la canción dedicada a Víctor Poleri, actor y colaborador desde la primera hora de la banda, mientras el tema sonaba al palo, en las pantallas pelaron distintos recuerdos: backstage de los videoclips, donde el actor era protagonista y la inolvidable rapada en vivo de Chizzo en River 2002. Emocionante para todos.

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Como en muchas canciones de La Renga, la lírica invita al viaje, a partir lejos y a abrir el corazón. En ese propósito engancharon canciones como El twist del pibe, Nómades y Motoralmaisangre. Desde atrás Tanque Iglesias era un repiqueteo demoledor. Abrieron paso a otro de los homenajes del disco, que Nápoli se encargó de describir:”En éste disco hay también un tema para un seguidor nuestro que perdió la vida, en un concierto nuestro en La Plata. Para Miguel Keko, ¡San Miguel!” El tema estuvo ilustrado con imágenes de Miguel Ramírez, los colores del “trueno verde” y el pedido de no más pirotecnia en los shows.

Lamentablemente unos minutos después, alguien tuvo la insensatez de encender una bengala. En plena acción de En el baldío, la banda se vio obligada a detener la canción. Más allá de que este seguidor fue reprobado y reprimido, pareciera que la violencia no solucionara nada, es  necesario un verdadero acto de conciencia y respeto. Antes del suceso, La Renga había presentado a Ricardo Soulé, con quien interpretó Día de Sol y En el baldío.

Hubo más canciones, desde el costado más visceral Atulado, No para de aletear y La furia de la bestia rock más dos nuevos: Muy indignado y Mirada de acantilado. Los gritos de Tete Iglesias fueron alentados desde la hinchada rockera con un “Olé,olé, olé…Tete, Tete!”. El tramo final del show se dedicó a explorar las viejas canciones: el clásico rocanrol de Somos los mismos de siempre, la letra adolescente de Blues cardíaco y la “olvidada” Oportunidad oportuna con las más recientes Motorock y Masomenos Blues, ilustradas en pantallas con fotos del recuerdo: los inicios en el Club Larrazábal, Galpón del Sur, Obras y los primeros estadios Atlanta, Ferro, Huracán. Con La razón que te demora y Oscuro diamante se despidieron a una pausa antes de los bises.

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El trabajo de las pantallas fue impecable, no sólo rescatando piezas del archivo, si no con una edición en vivo notable y animaciones con un gran reloj que acompañaron el montaje de telones con la gráfica de Pesados Vestigios. De regreso al escenario, acompañados del set de vientos con Marcelo Garófalo como protagonista, eligieron tres canciones de Despedazado por mil partes, el disco clave de La Renga para despedirse: la declaración de principios de El viento que todo empuja, la fuerza incesante El final es en donde partí y la ruta final, donde todo termina en Hablando de la libertad. Las sensaciones de cansancio, agotamiento pero de felicidad en todo el Aeródromo se multiplicaron como los abrazos de despedida. La Renga hizo olvidar todo, para que los deseos rockeros puedan ser cumplidos y la felicidad sea una sola.

Fotografías: © Maximiliano Campodónico